Fabricio Solines Estrada, más conocido como Barak, el reconocido hipnoterapeuta ecuatoriano, regresó a Perú para continuar sorprendiendo a quienes buscan sus habilidades para aliviar problemas como el estrés, la ansiedad y la depresión. Durante su visita, Barak realizó sesiones de hipnosis en las calles de Gamarra con la compañía de las cámaras de Préndete.
Barak explicó que aún existe cierto temor hacia la hipnosis debido a la falta de conocimiento sobre sus beneficios terapéuticos. “La gente le tiene miedo porque desconoce las propiedades curativas de la hipnosis. Creen que si los duermo, no van a despertar, o que algo malo les puede pasar. Pero en realidad, es una herramienta que puede cambiarles la vida”, comentó.
Durante su recorrido por el emporio comercial, Barak realizó demostraciones en vivo con voluntarios del público. En una de las sesiones, se observó cómo una persona entraba en un estado de relajación profunda mientras seguía las instrucciones del hipnotizador.
“Empiezas a perder el equilibrio, sientes sueño, y cuando cuente hasta cinco, tu cuerpo se desplomará en un sueño profundo. Despertarás sin estrés ni ansiedad, renovado y lleno de energía”, indicaba Barak mientras guiaba a los participantes.
“Me siento como si mi cabeza hubiera dado vueltas, como en una ruleta. Pero también renovada, con más energía. Espero que esta sensación se quede”, describió uno de los participantes.
¿QUÉ BUSCA BARAK CON SU HIPNOSIS?
Solines Estrada asegura que la hipnosis no solo es una herramienta para entretenimiento, sino un método terapéutico que ayuda a eliminar estrés, ansiedad y depresión, problemas que se intensifican en fechas complicadas como fin de año.
“La hipnosis es una reconfiguración mental. Ayudo a eliminar cargas emocionales como la falta de trabajo, preocupaciones económicas o problemas familiares, para que las personas puedan sentirse renovadas y enfrentar sus días con más energía”, explicó.
El hipnoterapeuta indicó que su visita a Perú responde a la necesidad de atender de manera presencial a quienes no pueden viajar a Ecuador o no tienen afinidad con las sesiones virtuales. “Debo venir dos o tres veces al año porque hay muchas personas que prefieren el contacto directo”, afirmó.