Katmandú vuelve a la calma tras una semana de violencia que dejó 51 muertos y más de 1.300 heridos en Nepal. Jóvenes manifestantes, en su mayoría de la Generación Z, que forzaron la renuncia del primer ministro KP Sharma Oli, regresaron a las calles para limpiar los destrozos de los disturbios que incendiaron edificios, destruyeron oficinas públicas y saquearon comercios.
Armados con escobas, bolsas y tachos, los voluntarios barrieron escombros en plazas, pintaron muros vandalizados y repararon baldosas rotas en las zonas afectadas. En videos difundidos en redes sociales también se observa cómo algunos manifestantes devolvieron artículos saqueados, como refrigeradores, microondas y ventiladores, en un gesto de reconciliación tras las protestas.
La ola de manifestaciones estalló después de que el gobierno intentó cerrar plataformas de redes sociales populares, lo que desató indignación en un país golpeado por la corrupción y el desempleo. La policía confirmó que entre las víctimas figuran 21 manifestantes, nueve presos, tres agentes de seguridad y otras 18 personas. Las protestas incluyeron disparos con munición real, gases lacrimógenos y el incendio del palacio Singha Durbar, sede del gobierno.
UN PAÍS EN TRANSICIÓN POLÍTICA
El último martes, el primer ministro y cuatro ministros de su gabinete dimitieron, mientras el ejército tomó el control de Katmandú e impuso un toque de queda nacional. Aunque la restricción fue levantada parcialmente el miércoles para que la población pudiera comprar alimentos, este viernes continuaban las negociaciones entre la presidencia, las fuerzas armadas y los líderes de las protestas para definir un gobierno interino que devuelva estabilidad al país.