Era la madrugada del 2 de noviembre de 1944. La familia Shimizu, conocida por su ascendencia japonesa, descansaba tranquilamente en su vivienda sin presagiar que un despiadado asesino acabaría con sus vidas en una suerte de macabro ritual.
Fueron 7 las víctimas mortales de esta mente perturbada, que no halló mejor manera de deshacerse de sus cuerpos que arrojándolos al río Magdalena. Allí fueron encontrados completamente desnudos y con fuertes contusiones en el cráneo.
La sociedad capitalina quedó absolutamente horrorizada con este crimen, que parecía esconder más de un misterio. Las autoridades llevaron a cabo las investigaciones y tras varias diligencias, concluyeron que el asesino pertenecía al mismo entorno familiar.
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