La violencia se apoderó una vez más de Sao Paulo, durante la jornada de protestas a favor de la suspendida presidenta Dilma Rousseff.
Las autoridades brasileñas emplearon gases lacrimógenos y bombardas de estruendo, con el objetivo de repeler a los manifestantes que bloqueaban las principales calles de la ciudad con la quema de llantas y basura.
Los enfrentamientos paralizaron la avenida Paulista y la calle de La Consolación, obligando al cierre de establecimientos comerciales. Un total de 11 estados y el distrito federal de Brasilia se unieron a la jornada de protestas donde se exigió la restitución de Rousseff y el fin del gobierno interino de Michel Temer.