Lo que alguna vez parecía un problema limitado a grandes empresas o sectores específicos, como la minería, hoy se ha convertido en una amenaza cotidiana para miles de peruanos. La extorsión, antes focalizada, ahora alcanza desde bodegas y puestos de comida ambulante hasta pequeños emprendimientos digitales, convirtiéndose en un obstáculo para el desarrollo económico local.
“Ya no afecta solamente a las empresas grandes, sino también a las micro y pequeñas. Este entorno de inseguridad desincentiva abrir un negocio o expandir un emprendimiento”, explicó Paola Herrera, economista senior del Instituto Peruano de Economía (IPE).
CASOS
Los casos se multiplican. Un padre de familia que vendía pollo broaster desde hace 20 años en Lima recibió un sobre con balas y un video amenazante. Su única opción fue cerrar el negocio que sustentaba a su familia.
Otro episodio ocurrió en Comas, donde un pequeño emprendimiento de venta de fresas con crema fue blanco de la organización criminal “Los Injertos del Cono Norte”, quienes exigieron el pago de S/2,000 a cambio de no atentar contra la vida del emprendedor y su familia.