El crimen organizado continúa ganando terreno en la capital peruana. Según datos oficiales del Sistema de Denuncias Policiales (Sidpol), el Cercado de Lima se ha convertido en el distrito con mayor cantidad de denuncias por extorsión y estafa durante los primeros cinco meses de 2025. En comparación con el mismo periodo del año anterior, las denuncias por extorsión aumentaron en un preocupante 88%, mientras que las de estafa subieron un 14%. Esta alarmante tendencia ha generado cuestionamientos sobre la respuesta del Gobierno que lidera Dina Boluarte, especialmente en un contexto donde la inseguridad ciudadana ya no es solo un tema local, sino una amenaza nacional.
Las cifras detrás del miedo
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 27% de los limeños ha sido víctima de extorsión al menos una vez en lo que va del 2025. El problema afecta con mayor fuerza a los sectores más vulnerables: los niveles socioeconómicos C, D y E concentran el 86.7% de los casos. Esta situación evidencia una preocupante correlación entre pobreza y exposición al delito, y plantea serias interrogantes sobre la equidad en la protección ciudadana. A pesar del crecimiento sostenido de las denuncias, las estrategias estatales siguen mostrando fisuras.
Juan Carlos Liendo, exjefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), ha advertido que esta crisis ya no puede abordarse únicamente como un problema de seguridad ciudadana. Según Liendo, es necesario un enfoque más integral que parta del más alto nivel del Ejecutivo. Además, cuestionó la falta de continuidad en la dirección de la DINI, advirtiendo que los constantes cambios dificultan la ejecución de políticas efectivas contra el crimen organizado y la extorsión, que hoy ya alcanzan niveles extremos.
El analista de datos Juan Carbajal también se sumó a la alerta. Con base en cifras de la Policía Nacional, advirtió que el epicentro de las extorsiones no está en distritos históricamente golpeados por el crimen, como San Juan de Lurigancho o Comas, sino en pleno corazón de Lima. La capital, lejos de estar segura, enfrenta un nuevo patrón delictivo que parece haber superado la capacidad de reacción del Estado. Mientras tanto, la ciudadanía sigue a la espera de respuestas concretas y eficaces.