En el universo cinematográfico contemporáneo, pocas películas han logrado plasmar con tanta humanidad y profundidad el alma de un líder espiritual como Los dos Papas. La cinta, dirigida por Fernando Meirelles y estrenada en 2019, nos regala una mirada íntima a Jorge Bergoglio y Joseph Ratzinger, encarnados magistralmente por Jonathan Pryce y Anthony Hopkins. A través de diálogos sinceros, silencios reveladores y paisajes vaticanos que parecen sacados de un vitral, la película muestra no sólo un cambio de pontífice, sino el encuentro entre dos visiones del mundo y de la Iglesia.
Más que personajes, testimonios
Francisco no sólo aparece en la ficción. En el documental Un hombre de palabra, dirigido por Wim Wenders, el Papa argentino deja de ser personaje para convertirse en testimonio. Habla de justicia, ecología, amor y compasión, no desde un guion, sino desde la mirada directa a cámara, como quien quiere hablarle al corazón del espectador. En sus pausas, en su tono cálido y en su llamado a construir puentes, el Papa se presenta como un peregrino moderno, un hombre que camina con los pies en la tierra y la mirada en lo esencial.
Ambos filmes, desde registros distintos, permiten comprender mejor al hombre detrás del pontificado. Lejos del poder, lo vemos como el cura de barrio que aún guarda tangos en la memoria y que dialoga con un mundo convulso sin alzar la voz. En Los dos Papas, la relación entre Bergoglio y Ratzinger es retratada con una sensibilidad que destaca sus diferencias sin convertirlas en antagonismo. El gesto final —ver juntos un partido de fútbol— es símbolo de reconciliación, de la posibilidad de unidad en la diversidad.
El cine ha sabido capturar la espiritualidad contemporánea sin caer en la caricatura ni en la exaltación vacía. Ver a Francisco en pantalla es constatar que la fe también puede narrarse en imágenes. Su humanidad, su ternura y su firmeza hacen de él un protagonista real, uno que no necesita efectos especiales para conmover, sino apenas la luz —y la sombra— de la condición humana.