La Policía de Chile desarticuló una banda de delincuentes que se dedicaba a robar en los cajeros automáticos. Su modus operandi era la saturación por gas que ocasionaba que la máquina de dinero explote.
El grupo delictivo tenía como protagonistas en muchos de sus atracos a esbeltas mujeres. Los demás miembros lo tenían todo estudiado, el tiempo, la cantidad de gas y los minutos exactos que tenían que encender las chispas sin que estas causan tanta destrucción.
Las señoritas servían como anillos de contención para que el resto haga el trabajo sin interrupción alguna. Con el dinero recaudado, las jóvenes invertían lo suficiente para vivir una vida acomodada.